
El mundo digital y su relación con la salud:
Introducción
Ante el protagonismo de la revolución digital propuesta por el nuevo capitalismo tecnológico, se pretende reflexionar en el presente texto sobre los efectos perjudiciales en torno a la salud, que se producen a través de la transformación de las dinámicas relacionales y familiares actuales.
Para ellos, en base al análisis de los conceptos teóricos vertidos en este curso de posgrado se analiza el proceso histórico de la utilización de la tecnología en el desarrollo humano. También se propone problematizar e interpelar sobre la interacción dialéctica existente entre el contexto social, los objetos de consumo y el sujeto, tanto como conocer los atravesamientos subjetivos actuales del consumo problemático de tecnología.
Como profesionales de la salud se intenta aportar alguna técnica y estrategia de promoción de vínculos saludables, tanto en la relación del sujeto consigo mismo, como en el ámbito familiar y comunitario tendiente a ayudar a prevenir o controlar problemas de conducta asociados al abuso de estas tecnologías.
Desarrollo
En la prehistoria el hombre juntaba frutos para comer y era nómade hasta el descubrimiento del fuego, la domesticación de los animales, el cultivo de cereales, lo que lo llevo a tener una vida más sedentaria. Miles de años transcurrieron para que eso ocurra y de pronto el descubrimiento de la rueda, la invención del proceso de la fundición del mineral del hierro, acelera la evolución hasta llegar a la imprenta y de ésta a la revolución industrial.
Según Morgan, L. (1999) “A partir de la producción de inventos y descubrimientos y con el desarrollo de las instituciones, la mente humana creció y se expandió...Sin duda, las primeras organizaciones sociales fueron más difíciles de alcanzar, y por ello, las separaban entre sí largos intervalos de tiempo...Toda pequeña porción de saber
absoluto conquistada fue base para la adquisición de otras nuevas, hasta lograr la complejidad actual de los conocimientos. Por lo tanto, cuando se comparan las conquistas de cada período en su conjunto, en el primer período el progreso era muy lento, y en el último muy rápido”.
Si bien en su dinámica mundial el entorno digital ofrece un mejor acceso a la información y, en algunos casos, libertades muy necesarias, introduce nuevos y poderosos modos de vigilancia y de censura. La cultura digital por su modo de funcionamiento, se parece a un proceso civilizador, que trae nuevas posibilidades, pero también efectos secundarios impensados y hasta inquietantes, o incluso peligrosos. En otras palabras, como bien lo dice Doueihi, M. (2010). “la cultura digital en parte debido a su éxito y a su papel económico cada vez más importante, efectúa una oscilación y una transición que son a la vez políticas, sociológicas” y porque no, culturales.
La entrada al mundo de la tecnología se fue transformando primero a pasos escalonados, con la aparición de la televisión, la telefonía y luego vertiginosamente la entrada a la era digital con las computadoras, las Tablets y los Smartphone.
La tecnología digital es el resultado de un determinado momento del desarrollo del capitalismo. No es casualidad, que alguien cree Internet a partir de la computación, sino que internet es el resultado de una investigación que se realiza en el marco de una economía determinada que necesita de respuestas tecnológicas en un momento dado. Es decir que la tecnología es un producto social, es producto de una época, de un sistema económico. Nos encontramos desde los ’90, transitando un capitalismo cognitivo, un globalismo basado en el conocimiento. Lo digital devino en la nueva forma de apropiación y acumulación de capital, a través de situarse en la intermediación de servicios en los cuales el producto fundamental, son los datos que se generan, es decir que en definitiva el producto somos nosotros mismos. Se podría decir que la aparición de Facebook cambia para siempre la forma en que se relacionan las personas.
Facebook logra atraer y seducir a quinientos millones de personas para pasar un momento de su vida en el espacio virtual. (Bauman, 2013, p. 33). Bajo el atractivo de la gratuidad, se aporta datos fundamentales, denominados el “Big Data” (Sistema de tratamiento de datos que permiten extraer patrones) y a través de las intervenciones en la red se realiza un perfilado de la identidad y del comportamiento de los usuarios, lo cual permite que se ofrezca en forma dirigida y programada, publicidad acorde a ese perfil.
Según Bauman, Z. (2013), Facebook se promociona así: “los usuarios pueden crear perfiles con fotos, listas de personas de interés, información de contactos y otra información personal. Los usuarios pueden comunicarse con amigos y con otros usuarios mediante mensajes públicos o privados y mediante una aplicación de chat. También pueden crear o unirse a grupos de interés y paginas Me gusta, algunas de las cuales son creadas por empresas con fines publicitarios”.
Desde la llegada del Smartphone, como medio de popularización del mundo digital, la cual no tiene más de diez años, parece que no es posible desarrollar la vida actual sin este aparato en el que se delegan funciones que antes de él, eran sólo inherentes al cerebro humano. No obstante, cada día más se nos convence de que sólo a través de éste, podemos realizarlas con eficiencia.
Según estadísticas se mira el celular unas 261 veces al día, lo cual sin demasiados cálculos adicionales es un dato que refiere a las dificultades para sostener un proceso de atención y posterior concentración que precisa de unos veinticinco minutos hasta poder llevarse a cabo con éxito. El Smartphone nos domina, nos posee, nos ha subsumido en un sesgo de superficialidad y de mera distracción, que nos aleja cada día más de una mirada crítica sobre quienes somos en realidad, que deseamos, hacia donde y porque elegimos lo que elegimos. (Burgaya, 2019).
También se invita a preguntar si se puede equiparar esta cifra con la cantidad de veces que se conecta en una mirada con algún miembro de la familia o pareja conviviente y aún más, cuánto es el tiempo que se dedica a una exploración de autoconocimiento de los propios pensamientos, sentimientos y sensaciones, tanto como necesidades corporales. La respuesta a estos interrogantes, acerca el dato de que se huye de relacionarse, consigo mismo, de encontrarse cara a cara con otro, inclusive conocido. Esto conlleva a la precariedad de las relaciones, con consecuencias muchas veces devastadoras para la propia valoración, como así también a la valoración de los vínculos familiares o incluso comunitarios, como elementos de cohesión y solidaridad; reemplazando la excesiva atención que se le presta al aparato al que le hemos delegado infinidad de funciones, y por lo tanto se empieza a carecer del pensamiento crítico, tan propio del ser humano.
Respecto a esta irrupción del Smartphone como elemento del que aparentemente no se puede prescindir, como si fuera una imposición ineludible, los usuarios se convierten en esclavos voluntarios. Esto recuerda relatos de sujetos que mencionan sus primeros contactos con las drogas en contextos de interacción social a los que no es posible acceder y mucho menos permanecer, si no se inicia y se sostiene luego en el uso de las mismas.
Lo digital nos atraviesa subjetivamente y moldea nuevos modos de pensar, de sentir y de percibir el mundo. Lo que trae aparejado la aparición de enfermedades asociadas a la era digital, como, por ejemplo: el sedentarismo asociado a la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial, problemas circulatorios, enfermedades cardio y cerebro vascular, las cuales provocan más muertes que las enfermedades infecto contagiosas de principios del siglo pasado.
En 2014, más de 2100 millones de personas tenían sobrepeso, frente a los 850 millones que padecían desnutrición. Se espera que la mitad de la humanidad sea obesa en 2030. En 2010, la suma de las hambrunas y la desnutrición mató a alrededor de un millón de personas, mientras que la obesidad mató a tres millones. (Harari, 2016, p.12).
Las nuevas tecnologías transforman de tal modo la conducta limitando cada vez más los movimientos, creando sujetos conectados en red, pero en soledad; la cual hace estragos en las emociones, ya que el hombre es un ser social y necesita de otros para vivir plenamente. Es el único en la especie que simboliza en palabras los pensamientos transmitidos en forma oral a través del lenguaje. En esta era digital se reemplaza la palabra oral por la escrita, donde la poca utilización de la oralidad como fuente de contacto y vinculación da origen a un sin fin de malos entendidos.
Lo privado se vuelve público, todo debe ser mostrado, la vida, las relaciones, lo que se hace a cada instante, es subido a las redes para sentirse en comunidad, sentirse parte de un todo (globalización), sentirse acompañado por un “otro simbólico” que figura a través de los likes de cada publicación, mientras se aceptan cookies que invaden la privacidad.
Siempre y cuando no se olvide que lo que antes era invisible o - el espacio íntimo o la vida interior de cada uno - se toma ahora para presentarlo en el ámbito público (la televisión, el ámbito literario, o en las mismas redes), se puede entender que aquellos que se preocupan por su invisibilidad acaban siendo excluidos, relegados, sospechosos de un crimen. La desnudez física, social y psicológica es la nueva norma. (Enriquez, 2004, p.49).
Facebook e Instagram se volvieron una ventana para mirar y ser mirados. El Facebook solo pone algoritmos y las personas crean contenidos, somos trabajadores gratuitos y así estás empresas globales siguen acumulando grandes beneficios que invierten en investigación para generarnos cada vez más dependencia y necesidades que no sentimos ni tenemos. (Burgaya, 2019).
El mercado en su lógica consumista inventa nuevas necesidades prometiendo éxito, felicidad, bienestar inmediato ofreciendo productos y servicios que conllevan un significado según Alvarez Terán, C. (2014): “emociones, sensaciones, vivencias, gustos personales, identidades, autoestima, imagen de sí, reconocimiento”. El consumidor ya no se pregunta “qué quiero tener” sino “que quiero experimentar”. Hoy no se venden autos sino “la experiencia de conducir”. Se venden marcas a través de las cuales se consume elegancia, potencia, esparcimiento, seguridad, virilidad, femineidad, juventud, entre otras imágenes que predisponen la elección. Como consumidores se invierte la energía vital –de deseo, de afecto, de conocimiento, de intelecto, de erotismo, de imaginación, para que estas promesas de experimentación de sensaciones y de felicidad se incorporen a la vida del usuario. (Rolnik, 2006, s.p).
En analogía a la lógica del consumo de drogas, esta se enraíza y se nutre de las formas en que funciona la sociedad de consumo digital, en los hábitos que fomenta, los valores que prioriza, las maneras de vincularse que propone, los modos que promueve en la circulación de los afectos, los tiempos que exige. No se trata de que “ya no hay valores”, sino que los valores que hoy rigen la sociedad son otros y funcionan moldeando la manera de hacer y de ser.
En estas coordenadas epocales, sociales, culturales, se enmarcan los consumos de drogas, el recurso a una sustancia o actividad es parte de las soluciones que ofrece la sociedad de consumo para tramitar emociones, soluciones rápidas, individuales, sin creación ni pensamiento crítico.
Las presiones cotidianas por actualizar, diversificar y aumentar los niveles de consumo promueven también el desarrollo de problemas de conductas asociadas al mismo. Por falta de dinero, de trabajo, de vínculos, de tiempo. Por acumular deudas, fracasos, desamores, tragedias, excesos. La delgada línea roja del consumo es muy finita y separa de manera imprecisa a quienes tienen problemas de consumo de aquellos que tienen consumos problemáticos. (Rubinstein, 2019, p. 14).
Dicha relación que puede devenir en problemática es prevista en nuestro país favoreciendo al cambio de paradigma en relación a los consumos de sustancias, tal cual lo establece el Plan integral para el abordaje de los consumos problemáticos (Plan IACOP) Ley 26.934, que “Aquellos consumos que –mediando o sin mediar sustancia- afectan negativamente en forma crónica la salud física o psíquica del sujeto y/o sus relaciones sociales (…) pueden manifestarse como adicciones o abusos al alcohol, tabaco, drogas psicotrópicas (legales o ilegales) o producidas por ciertas conductas compulsivas de los sujetos hacia el juego, las nuevas tecnologías, la alimentación, las compras (…)”. Permitiendo ampliar los objetos con los que un sujeto puede establecer una relación problemática.
En cuanto al consumo problemático mediado por TIC (Tecnologías de información y comunicación), podemos encontrar las relacionadas al uso de aplicaciones móviles, como a las de juegos de consola y de azar con características de juego compulsivo.
Internet no es adictiva en sí misma, ni hace ningún daño a millones y millones de personas que la utilizan a diario en su trabajo y en su tiempo de ocio. Pero sí hay personas que están haciendo un mal uso de Internet, o un uso exagerado o abusivo, y se están haciendo daño. Por eso se habla a menudo de trastorno de abuso y no es deseable suprimir por completo el uso de Internet ni se recomienda en absoluto la abstinencia. Estas personas necesitan aprender a utilizar correctamente la Red de manera provechosa. Esto puede requerir en algunos casos atención psicológica si la persona no es capaz de modificar por sí misma el uso que está haciendo de Internet. Pero saber que el problema no es que la Red sea adictiva, sino que está en su mano el aprender a utilizarla adecuadamente, puede ser el primer paso para que esa persona empiece a poner los medios necesarios para modificar su comportamiento. (Matute -Vadillo, 2012, p. 28)
Conviene distinguir entre lo que puede ser el uso abusivo de Internet, por sí mismo, y el uso abusivo de algún aspecto concreto de Internet (sexo, juego, compras, chats). El problema es muy diferente según en qué esté invirtiendo el internauta su tiempo. El tipo de uso que se hace de las redes (para estar en contacto con conocidos o para establecer nuevas amistades) parece ser un determinante de sus efectos sobre el bienestar y la autoestima.
Por esto se considera la importancia de romper con la automatización que inculca lo digital y conduce al sujeto como rebaño “a un nosotros vacío de sentido”. En este contexto donde domina lo intrascendente, no se permite pensar antes de actuar, tener criterio, tomarse un tiempo para analizar los datos, para pensar individual y colectivamente recuperando nuestra historia, lo cultural, las tradiciones. Como así también moderar los hábitos digitales que permite conectar con lo simple, lo esencial de la vida, implicarse emocionalmente con los otros, practicar la empatía y empoderarse de una visión crítica del mundo que nos rodea.
Se propone a los profesionales de la salud, realizar intervenciones de psi coeducación como auto tratamiento informado, siempre que sea posible. Haciendo hincapié en la necesidad de regular el tiempo invertido en el uso de las nuevas tecnologías y el dedicado al cuidado personal, ejercicio físico, como a las relaciones sociales persona a persona.
Se recomienda conocer y dar a conocer la técnica de terapia cognitivo-conductual conocida como Mindfulness o Atención Plena, a los efectos de utilizarla “como opción para buscar el desarrollo de una mente observadora que vigila su propia experiencia cotidiana, se da cuenta de sus patrones automáticos, y suavemente redirige la atención al momento presente, ejercitándola como un músculo, con regularidad y constancia, para fortalecerla y establecerla como la base que nos ayudará a navegar por los vientos de cambio y el estrés que este conlleva”, parafraseando a (Esgueva, M. 2016).
Mindfulness es una disciplina de base científica que logra, a través de su práctica sostenida, disminuir los niveles de ansiedad y de estrés que son generadores de gran cantidad de enfermedades presentes en el mundo actual. La misma se encuentra enmarcada dentro del campo de las técnicas de tipo cognitivo-conductuales. Es considerada una habilidad y por lo tanto se puede enseñar como estrategia de intervención que favorezca el desarrollo de una mayor capacidad de discernimiento y de compasión del sujeto sobre sí mismo, sobre sus formas de vinculación con la tecnología, como así también con quienes se relaciona a través de ella o sin ella.
Como decía Frankl, V. (1946): “Entre el estímulo y la respuesta, hay un espacio; en ese espacio reside nuestra capacidad de elegir una respuesta; en nuestra respuesta radica nuestra madurez y libertad”. Las prácticas de Mindfulness aumentan la conciencia de ese espacio y brindan la oportunidad de responder eficazmente en lugar de reaccionar de modo automático y rutinario. En contraste con terapias de tipo aversivo, diseñadas para castigar el deseo personal, esta práctica puede favorecer la exploración y la aceptación de deseos e impulsos. En lugar de ceder al antojo de una gratificación inmediata, proporciona una oportunidad de observar el encrespamiento de la ola del deseo, sin ser “arrastrado” por ella. (Marlatt, 2011, s.p).
Conclusiones
Si bien las nuevas tecnologías digitales tienen una corta vida, han cambiado las formas de comunicación y vinculación.Independientemente de que se trate de un problema de adicción o de necesidad de relación social, es verdad que hay personas que acaban invirtiendo en estas actividades mucho más tiempo del que quisieran. Si esto acaba interfiriendo con otras facetas de su vida, su afición por la comunicación online puede en algunos casos acabar convirtiéndose en un verdadero problema que no debemos menospreciar. Y en ese caso, decir que charlar es adictivo, o que el medio que utilizan para charlar, informarse o jugar lo es, podría no ser la mejor forma de orientar el problema.
Se considera que, ofrecer una herramienta concreta como la práctica de la atención plena o Mindfulness, abre la puerta hacia nuevas posibilidades, ofreciendo al internauta un anclaje en el aquí y al ahora, que invita a vivir de forma más afectuosa la relación con los pensamientos, sentimientos y sensaciones corporales, facilitando así un adecuado espacio de reflexión compasiva consigo mismos, que promueva el pensamiento crítico como respuesta alternativa, tanto preventiva como de afrontamiento, a los posibles problemas de comportamiento compulsivo que pudieran suceder por el uso o abuso de estas nuevas tecnologías.
En definitiva lo que nos hace felices es el viaje, escalar una cumbre es más satisfactorio que hallarse en la cumbre; los flirteos y el juego previo son más excitantes que el orgasmo. Pero esto apenas cambia el panorama.
Solo indica que la evolución controla con una alta gama de placeres. A veces seduce con frescas sensaciones de dicha y tranquilidad, mientras que en otras ocasiones, incita a seguir adelante con sensaciones excitantes de euforia y emoción. Quizás la clave de la felicidad sea combinar las dosis adecuadas de excitación y tranquilidad.
La sugerencia es reducir el ansia de sensaciones agradables y no permitir que estás controlen la vida.
Para eso hay que centrarse en vivir el momento presente tal como se presenta, llegar es importante, pero disfrutando el camino.
Bibliografía
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